martes, 1 de mayo de 2018

Poema de la siembra Coleccion de semillas criollas.



Poema de Antonio de la Torre. Poema de la siembra

En mitad del potrero mañanero,
mi padre labrador
dióme un puñado de semillas rubias,
un puñado de sol,
y patriarcal y generoso, dióme
la primera lección:
“Haz con el brazo un círculo sereno,
ancho y alucinado el ademán,
cual si fueras a dar al horizonte
un abrazo fugaz.
Abre un solo barrote de la jaula,
un dedo nada más,
el mismo que se cierra en el gatillo
para herir o matar,
y suelta las semillas jubilosas
a volar.
Avanza lento, acompasado, alegre,
lleno de poderosa idealidad:
bajo tus pies se escuchará el milagro:
la música del haz.
¡Mira cómo repican en la tierra,
con risa cereal,
y corren por los bordos y terrones
sin saber dónde van,
o se quedan dormidas en las grietas
donde la noche está!
…Y se llama al voleo
este modo sencillo de sembrar
entregándose en oro a la solana
que en oro se nos da.
Cobra tu brazo la noción del ala
y de la inmensidad:
casi llegas al cerro con la mano,
casi tocas las crenchas del parral,
casi estremeces la alameda alerta
y trasciendes la nube que hay detrás.”
Sobre el pecho yacente del potrero
arrojé las semillas al azar;
semejaban estrellas en la obscura
besana elemental.
Detrás de mí, la yunta hilaba el surco,
acompasada y contumaz.
Una tonada dulce de mi padre
renacía del agro germinal.
Entonces comprendí cómo se canta,
cómo se siembra el pan:
con la esperanza alerta
y el corazón en paz.
Miré el cielo redondo y asombrado,
lleno de melodiosa claridad;
la tierra estaba alegre y manso el viento:
¡era la hora de la eternidad!

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